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Acsa, una Mamá Valiente

La mamá que previó para sus hijos

Caleb, uno de los doce espías a quien Moisés envió a explorar la tierra prometida. Caleb, junto a Josué, miraron con visión de Dios la tierra, aunque habitada por gigantes y una tierra rodeada por desiertos, tuvieron fe para ver lo mejor de lugar y confiar en que Dios la entregaría en sus manos. Entre casi una docena de hijos, Caleb tuvo solo una hija, Acsa.

Cuando el pueblo de Israel llegó a ocupar la tierra que Jehová le prometió, había un lugar reservado para Caleb y su descendencia, ubicado en el desierto del Neguev. Para los más pesimistas, el lugar se describía como tierra que traga a sus moradores, habitado por gigantes que los hacía sentir como diminutas langostas (Números 13.32-33). No para Caleb y Josué, quienes veían un lugar donde podían vivir en su familia.

Al recibir la tierra asignada por Moisés, Caleb invitó a los descendientes de Judá enfrentar a los gigantes de Anac, moradores de la zona. De los valientes guerreros, fue Otoniel quien derrotó a los anacitas, recibiendo como recompensa la tierra conquistada, quien se desposó con la única hija de aquel hombre de fe

Apenas se celebró la boda, el valiente joven guardaba una inquietud. Al recorrer la tierra conquistada notó que era lugar desierto y sin posibilidades de producir alimento para su futura familia. No podía tomar riesgos, un hogar en el desierto, sin posibilidades de fruto, había que adelantarse a lo por venir y prever lo necesario para un futuro próspero. Intranquilo, contó a su recién esposa, Acsa, los pormenores del lugar, no sin un plan meditado. Otoniel descubrió manantiales a los alrededores, suficiente agua para cultivar provisiones en aquellos secadales, por lo que pidió a la desposada solicitar a su padre fuentes de agua para cultivar. “¿De qué hablas?” Se preguntaría la novia portando todavía sus atavíos de boda. Era necesario observar el hoy y actuar en favor del mañana.

Para Acsa no resultaba fácil pedir algo tan valioso a su padre. En ese tiempo, la relación padre – hija era comúnmente distante, las hijas no tenían derecho a heredad, podían ser intercambiadas cual objeto según la conveniencia del padre, entre otras situaciones que llegaban podían llegar a lo cruel e inhumano. Así que, insistiendo, Otoniel convenció a la joven de regresar a su padre y pedir lo necesario para sus futuros descendientes.

Acsa necesitaba compartir la visión de Otoniel, ver a futuro y adelantarse a lo que se veía venir. La tierra desértica solo ofrecía una vida sin provisión, sin fruto, sin alimento, sin vida. Como futura madre tenía que tomar una decisión y pedir en favor de la familia que llegaría en su momento.

Al fin, con la insistencia de Otoniel, Acsa abrazó la visión de su esposo. Ella detuvo su camino y valientemente cambió el rumbo de su viaje para hablar a su padre. Mientras regresaba, quizá pensó cómo pedir tal solicitud. Tal vez se preguntó cómo reaccionaría, “¿se enojará conmigo?, ¿me quitará lo que ya nos dio?”. Para sorpresa suya, apenas bajaba del burro en el que viajaba cuando su padre con amor preguntó: “¿Qué tienes?, ¿qué te sucede, hija?, ¿hay algo que deseas?”. Esta pregunta cambió radicalmente su actitud y le dio valor para decir:
“Quiero algo más de ti. Concédeme un regalo.” La respuesta del padre es admirable, pues de inmediato concedió a su hija no solo lo que pidió, sino más de lo que necesitaba. Caleb otorgó manantiales de las montañas y también de los valles. Estos padres que se adelantaron a lo que su presente les anunciaba, recibieron lo necesario para proveer vida a sus hijos y más que eso.

¿Qué aprendemos de Acsa?

  1. Convino con la visión de su esposo.
  2. Se detuvo y cambió de rumbo.
  3. Pidió a su padre lo que necesitaba para su familia.

Convenir en pareja es factor determinante para proveer un hogar vital. La mala comunicación puede marchitar una familia hasta consumirla. Por el contrario, el diálogo asertivo produce un ambiente próspero donde aclarar formas de pensar, compartir puntos de vista, emociones, creencias, proyectos, etc. Las decisiones deben orientarse al bien de la familia, no solamente a una parte de ésta. Busquen tener una misma visión que produzca unidad a la familia (Amós 3.3).

Tomar una pausa para analizar la situación presente, hacer cambios necesarios para lo venidero, ya sea a nivel personal y familiar puede empapar de esperanza el corazón de la familia. La familia no es una carrera para ver quién llega más rápido a la meta, sino que cada cual a su ritmo, logrando cosechar frutos que produzcan bendición. Habrá cambios muy sencillos de realizar, habrá otros que requieran un gran esfuerzo individual o colectivo. Pueden presentarse situaciones en las que requerirás ser valiente y humilde para cosechar fruto. En otras, disciplina, aunque al principio incomoden, lograrás ver los brotes de paz (Hebreos 12.11). Lo importante es que decidas realizar los cambios imperiosos. “No vivan según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que es grato, lo que es perfecto.” Romanos 12.2 DHH

Te invitamos hoy a observar la tierra donde tus hijos están creciendo o desarrollándose. Tal vez, al bullying, el pornografía, las drogas, el sexo, la violencia, la inseguridad, entre muchos otros factores, tratan de influir la vida de tus hijos, parecen como gigantes que no pueden ser derrotados. ¡Tu pelea con armas que “… no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios…” (2 Corintios 10.4-5)! Quizá, puedas pensar: “es tierra que traga a sus habitantes”. Sin embargo, hay a tu alrededor una fuente de agua para la vida de tu familia: Jesús prometió: “… el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” (Juan 4.14). Puedes ir confiadamente al Padre (Hebreos 4.16).

No titubees, no tengas temor, antes que hables, El ya sabe lo que tu familia necesita (Salmo 139.4). Hoy te pregunta: “¿Qué tienes?, ¿qué te sucede, hija?, ¿hay algo que deseas?”, alza tu voz en oración y dile: “Quiero algo más de ti. Concédeme un regalo.” Pide agua de vida para tu familia. No esperes a que lleguen tiempos de dificultad, prevee. Y si ya estás en medio de ellos, pide, El tiene más para darnos que nosotros que pedirle (Efesios 3.20). ¡Pide al Padre, Mamá Valiente!

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