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Mira el corazón

1 Samuel 16, 17

Era David el menor de sus hermanos, pastoreaba las ovejas de su padre y volvía a casa para descansar. Una tarde en especial, al llegar a casa, encontró a sus siete hermanos, su padre y al profeta Samuel esperándolo. Mirando el profeta al jovencito, lo toma y vierte aceite perfumado sobre su cabeza a la manera que se unge un rey.

El profeta Samuel llevaba la encomienda de parte de Dios, de ungir al nuevo rey de Israel. Saúl fue destituido por su desobediencia. Sin dar explicaciones, Samuel pidió a Isaí traer a cada uno de sus hijos. Si el profeta quiere ver a alguien, quizá pensó el padre de familia: “Traeré a Eliab, mi primogénito, de hermoso parecer y alto guerrero.” Samuel se sintió feliz de encontrar al próximo gobernante de Israel pero, Dios le habló y dijo: “… el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.” (1 Samuel 16.7). Así, se acercaron Abinadab, Sama y tres hijos más pero ninguno era el escogido por Dios. Siete jóvenes fuertes, altos, guerreros desfilaron frente a los ojos del profeta sin encontrar al futuro rey.

Samuel preguntó a Isaí si faltase alguno de sus hijos por conocer. Isaí contesto: Si, tengo otro hijo, el más pequeño, pero está en el campo cuidando ovejas y cabras. Esperando a la mesa, llega el menor, de hermoso parecer, bello aspecto. Dios ordenó al profeta: “Levántate y úngelo.”.

¿Cuándo imaginar que el pequeño pastorcillo sería el próximo rey de Israel? Y no cualquier rey, sino aquel conforme al corazón de Dios (1 Samuel 13.14). La apariencia, la madurez, las habilidades de los hermanos de David podían confundir a cualquiera, tanto que su padre y aún el profeta pensaron como más virtuosos y aptos para dirigir un reino que el pequeño joven.

Aún cuando David quedó ungido como próximo monarca, sus hermanos todavía dudaban de sus virtudes. Cuando el pueblo de Israel se vio amenazado por el gigante Goliat, David seguía pastoreando ovejas y llevando provisiones a sus hermanos. Fue precisamente por encargo de su padre a llevar comida cuando escuchó al filisteo. David no temía a quien desafiara a Dios, pues confiaba plenamente en su poder y protección. No comparó su estatura, ni su experiencia militar contra la de Goliat y arrojadamente lo enfrentó. El joven venció al guerrero otorgando la victoria a su pueblo.

Además de pastor de ovejas, David fue un gran adorador. A él debemos los salmos que edifican la vida del cristiano. Gracias a esta otra virtud, David fue convocado por el rey para vivir en su casa. El rey Saúl era atormentado por un espíritu, por lo que, uno de sus criados contó acerca del joven valeroso, de hermoso parecer, prudente en sus palabras y buen músico que podría tocar para él. De inmediato, Saúl solicitó a Isaí permitiera a David quedarse a vivir en palacio, a lo que su padre accedió.

Analicemos un poco la historia de David. Isaí, el padre de David, y el profeta Samuel se dejaron llevar por la apariencia física pensando que ésta define la habilidad de una persona para gobernar un pueblo. Acercar a David a casos de éxito en las habilidades que podía desarrollar resultó un acierto para Isaí, pues exponerlo al cuidado de las ovejas, proveerle de instrumento para adorar, darle permiso para tocar en el palacio, ayudaron al joven al desarrollar valentía, habilidades musicales y espirituales. Por último, la provisión de su padre edificó en David una confianza tal, que logró vencer a un gigante con tan solo una piedra, tocar para el rey y ser liberado espiritualmente, hasta dirigir al pueblo del mismo Dios creador del cielo y la tierra. Rescata los puntos anteriores y aplica en tu familia:

  1. Ve más allá de las apariencias. Cada uno de tus hijos posee habilidades. Si no has descubierto alguna habilidad en tu hijo(a) es tiempo de observarlo(a). El psicólogo Howard Garner afirma que todos los seres humanos poseemos inteligencias en ocho áreas diferentes. Investiga en internet y descubre las inteligencias de tus hijos. No esperes que sean las mismas, regularmente no ocurre así.
  2. Provee. Proporciona a tus hijos herramientas y recursos que los ayuden a desarrollar las habilidades que has descubierto que tienen. Si sus habilidades coinciden con alguna tuya, apóyalo(a) enseñándole, de caso contrario, aprovecha el fácil acceso que tenemos hoy en día para proveer un medio de aprendizaje. Si requiere material o un espacio para desarrollarlo, apóyalo(a).
  3. Confianza. El hábito no hace al monje. No esperes que tu hijo(a) sea autodidacta o que, por tener una habilidad natural, se sienta seguro de desarrollarla. Ayuda a tu hijo(a) a generar esa confianza en el o ella misma para explotar al máximo su potencial. Tu y tus hijos tienen de su lado al Creador de sus mismas vidas, consulta a Dios, pide te muestre cuáles son las habilidades de tus hijos y ora por provisión de recursos y oportunidades para desarrollarlas. A medida que tu hijo(a) vaya practicando y ejerciendo, adquirirá destreza. Ten paciencia cuando no desean desarrollar alguna actividad, aún cuando son habilidosos pueden carecer del gusto por algo. También observa si lo que no desean es invertir tiempo en aprender. En ocasiones, un empujoncito hoy se convierte en gratitud mañana.

Al inicio de la historia bíblica, Isaí pareciera no mirar con admiración a su hijo David, no prestarle importancia ni imaginar las virtudes con las que Dios lo dotó. La bendición de los padres puede afirmar la autoconfianza de los hijos y abrirle un camino para desarrollar su llamado y habilidades.Ora a Dios y pide te muestre quién es tu hijo(a). Que la apariencia no te confunda, mira el corazón.

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