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Toma tu lugar

Somos la generación que fue criada no en temor, sino en miedo. El estilo autoritario de los padres del siglo pasado obligaba a obedecer. Sabíamos lo que se esperaba ante la desobediencia y no había cabida para cuestionar las órdenes de los padres. Con orgullo decimos a nuestros hijos: “Si yo le hubiera contestado así a mis padres…”. Era el estilo de paternidad pasado y nos convirtió en la generación de hijos obedientes.

Ahora, estos hijos obedientes somos padres y queremos educar sin imponer lo que nos fue impuesto, sin herir “con lo que nos hirió”, sin traumar “con lo que nos traumó” y decidimos desechar el estilo parental con el que fuimos criados. Olvidamos que ese estilo de paternidad fue el que nos formó y nos mantiene. Si bien, pudieron haber métodos e instrucciones innecesarias, todo aquello nos forjó y hoy nos mantiene dentro del temor de Dios.

Hoy en día, nos esforzamos por educar una generación sin traumas, sin heridas, sin miedos. Y ¡qué bien!, pero en el intento estamos desechando métodos funcionales e incluso bíblicos. Estamos restando importancia al conocimiento de los ancianos y en paralelo el temor de Dios (Levítico 19.32). Quizá estamos poniendo nuestra confianza en el conocimiento que está a nuestro alcance y apoyándonos en nuestra propia sabiduría (Proverbios 3.5)

Pero, ¿qué resultado estamos obteniendo? Frases como “YOLO” (You only leave once – Solo se vive una vez) y “No pasa nada, mamá” pueden darnos una respuesta. Exhibimos nuestras carencias a nuestros hijos para que demostrar lo privilegiados que ellos son y que pueden llegar más lejos que nosotros, pues posiblemente no tuvimos los recursos que ellos tienen a la mano. Los proyectamos hacia metas que nosotros no pudimos alcanzar y los empoderamos del valor y carácter que nosotros carecimos.

Estamos formando con un carácter tal, que ahora creen saber más que nosotros. Se creen más listos por los recursos que les acercamos. Se creen con derecho por la formación que moldeamos. Entonces, aquella generación de hijos obedientes, sigue obedeciendo, pero ahora a sus hijos. Te pregunto: ¿cuándo tomarás el lugar de autoridad que tus hijos están necesitando para aprender el temor de Dios?

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