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PALABRAS QUE BENDICEN

Números 22-24

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Abraham conoció al Dios verdadero y decidió obedecerlo, el Señor le dijo palabras que bendicen y prometió cuidar de él y su descendencia (Génesis 12). La descendencia de Abraham llegó a convertirse en el gran pueblo de Israel. Dios tuvo cuidado de ellos y los exhortaba constantemente a seguirle, como lo había hecho Abraham, Dios seguía cumpliendo esa misma promesa: “… vendré a ti y te bendeciré” (Éxodo 20.24) les declaraba a través de Moisés, el líder que los guiaba hacia una tierra próspera para vivir.

Dios determinó bendecir al pueblo de Israel, defenderlo de sus enemigos, darles victoria en las batallas y prosperar su descendencia. Un pueblo poderoso, al que no se le puede vencer, genera fácilmente enemigos. El pueblo de Israel libraba numerosas batallas y de forma poderosa, vencía. Balac, rey de Moab tuvo miedo de ser atacado por Israel, conocía los enfrentamientos que habían tenido con los pueblos que los rodeaban y sabía que no tenían posibilidad de ganar en una guerra contra ellos, debido a la protección de un Dios tan poderoso.

Balac pensó que la mejor forma de vencer a este pueblo era pidiendo a su propio Dios, el Dios de Israel, que los maldijera, es decir, que declarara palabras para que les viniera algún daño. Así, mandó llamar a Balaam. Este hombre era un adivino que buscaba interpretar la voluntad de Dios mediante la interpretación de señales meteorológicas o de vuelos de aves y adivinaciones basadas en la superstición.

El rey de Moab envió regalos a Balaam pidiendo que fuera a maldecir a Israel; cuando los mensajeros llegaron, Balaam les pidió tiempo para consultar a Dios, quien respondió: “No vayas con ellos, ni maldigas al pueblo, porque bendito es.” (Números 22.12). Entonces, regresaron los primeros mensajeros y el rey envió otro grupo de mayor rango pidiendo de nuevo que maldijera al pueblo y que le regalaría todo lo que pidiera. Balaam explicó que por más que le dieran, no podía maldecir al pueblo pues Dios lo había bendecido. De cualquier modo, Balaam pidió una noche para consultar a Dios. Esa noche Dios le dijo que fuera con los hombres a encontrarse con Balac.

En la mañana siguiente, Balaam acompañó a los mensajeros y fue con ellos. En el camino, se apareció un ángel enviado por Dios para asegurar que el adivino hiciera lo que Él le dijera. Balaam no era un hombre temeroso de Dios y no se daba cuenta que el ángel estaba interponiéndose en su camino, pero el asna que montaba veía al ángel y detenía su paso, el hombre la golpeaba para que siguiera, sin saber qué sucedía, tres veces la golpeó y Dios hizo que el asna hablara y exhortara a Balaam, así se abrieron sus ojos y pudo ver al ángel. De esta forma, Dios se aseguró que siguiera sus instrucciones.

Cuando Balaam llegó con Balac, dio instrucciones sobre el sacrificio que ofrecería a Dios, a lo que Balac ordenó que todo se llevara a cabo pensando que había llegado el tiempo de maldecir a Israel. Para sorpresa del rey, Balaam solo declaró bendición sobre el pueblo: “Porque de la cumbre de las peñas lo veré y desde los collados lo miraré; he aquí un pueblo que habitará confiado…” (Números 23.9).

Balac, lleno de enojo, se llevó a Balaam a otro lugar para que maldijera a Israel. Balaam habló: “He recibido orden de bendecir; el dio bendición, y no podré revocarla. He aquí el pueblo que como león se levantará, y como león se erguirá…” (Números 23.20, 24).

Enojado Balac por las bendiciones que Balaam decía acerca de Israel, lo llevó a otro sitio más para maldecir. Balaam habló: “Tiene fuerzas como de búfalo. Devorará a sus enemigos,… Benditos los que te bendijeren, y malditos los que te maldijeren.” (Números 24.8.9).

Decepcionado Balac por el fallido intento de maldecir al pueblo de Israel, se dio por vencido. El rey y el adivino se fueron cada uno por su lado.

En ocasiones, hay personas que desean mal para nosotros, pero debes entender y creer que aunque pronuncien palabras de destrucción y maldición, no tienen poder sobre ti, Dios cambió esa maldición en palabras de bendición. Si tu has aceptado a Jesucristo como tu Salvador, eres una nueva criatura, lo viejo ha desaparecido y todo queda renovado (2 Corintios 5.17). Palabras que hayan dicho en tu pasado, sean tus padres, una familiar amado, un jefe, un maestro, un hermano en la fe, quedan desbaratadas.

Para abrazar esta nueva condición que tienes como hijo de Dios es necesario que conozcas las promesas que Él quiere cumplir en ti y en tu hogar, estudia la Biblia, aprende lo que Dios te promete. Y si alguien pide a Dios que te vaya mal, recuerda: “… el Señor cambió la maldición por una bendición para ti, porque el Señor tu Dios te ama.” (Deuteronomio 23.5).

Dios obró de forma sobrenatural en Balaam para detener la maldición dirigido a un pueblo entero, ni siquiera permitió que aquellas palabras se dijeran. Así también, ten la confianza de que Dios puede detener las palabras malvadas que alguien intente decir sobre ti, Él puede cancelar cualquier maldición que trate de producir mal sobre ti o tu familia. Si dedicas tu vida a honrar a Dios, no va a revertir la bendición que ha prometido para ti y tus hijos por capricho de una persona. Cuando alguien profiera palabras malvadas sobre ti, no lo tomes como tu verdad, tu verdad son las promesas que el Señor te ha hecho. Dios cumplirá en ti las palabras de bendición que prometió.

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