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Débora, una Mamá Valiente

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La madre que adoptó al necesitado

Jueces 4, 5

En el tiempos que el pueblo de Israel se alejaba de Dios y se iba tras los dioses y costumbres de los pueblos que los rodeaban, Dios permitía que los reyes de esos pueblos los gobernaran. Cuando el pueblo clamaba a Dios por ayuda, Él levantaba caudillos a su favor para ser libertados. Entre ellos, estuvo Aod, quien dirigido por Dios salvó al pueblo de las manos de Eglón moabita y durante más de ochenta años hubo paz en Israel. Pero, de nuevo volvieron a hacer lo malo delante de Dios y Él los entregó en manos de Jabín, rey de Canaán. El comandante de su ejército se llamaba Sísara, quien oprimía sin piedad a los israelitas apoyado en su gran ejército.

Durante veinte años los israelitas fueron agobiados por los cananeos hasta que, el pueblo clamó a Dios para pedir su ayuda. En ese tiempo juzgaba a Israel una mujer profetisa llamada Débora, esposa de Lapidot. Ella solía sentarse bajo una palmera, a la que todos llamaban “la palmera de Débora”, el pueblo acudía a ella por ayuda para resolver sus pleitos.

Un día, Débora recibió un mensaje de parte de Dios para Barac, un hombre de la tribu de Neftalí, así que mandó buscarlo. Al llegar Barac, Débora le preguntó: “¿No te ha mandado Dios tomar diez mil hombres y entregar en tus manos a Sísara y todo su ejército?” Barac no sentía valor suficiente para ir a enfrentar a tan poderoso ejército aún cuando Dios le estaba enviando decir que lo entregaría en sus manos, por lo que pidió a Débora que fuera con él. Débora le explicó que debido a su falta de valor, Dios entregaría a Sísara en manos de mujer y que él no recibiría honra. Así, esta mujer valiente, fue con Barac.

Al llegar el momento que Dios dispuso, Débora le indicó a Barac: “¡Adelante, ahora es cuando el Señor va a entregar en tus manos a Sísara! ¡Ya el Señor va al frente de tus soldados!”. Así Dios les concedió una victoria sobrenatural, pues diez mil guerreros vencieron al poderoso ejército cananeo que se enfrentaba montando novecientos carros de hierro, ni uno solo quedó con vida, excepto Sísara que huyó a casa de Heber quien tenía amistad con el rey cananeo. El capitán fue recibido por Jael, la esposa de Heber, quien dirigida por Dios y con gran valentía mató a Sísara para defender a su pueblo. Ese día Israel derrotó al rey cananeo motivado por una mujer dirigida por Dios.

Al terminar, Débora y Barac cantaron a Dios reconociendo su gloria y poder. En su canto expresaron la situación en la cual el pueblo se encontraba, Israel se había convertido en un lugar lleno de caminos peligrosos por la desolación de las aldeas, los campesinos no podían cultivar la tierra, debido a la crueldad con la que eran tratados, el pueblo se convirtió en un lugar indeseable para morar, fue entonces cuando Dios levantó a Débora como una mamá que defiende a sus hijos, como una mamá valiente, para animarlos a confiar en Dios y pelear en su nombre. Ella agradeció a Dios por aquellos jefes de Israel que respondieron al llamado del Señor e ir a la guerra, confiando en que Él les daría la victoria. En su canto alabaron a Dios por su grande obra a favor del pueblo y Él les concedió cuarenta años de paz.

Débora no fue ajena a la situación en la que la sociedad de su tiempo se encontraba, era consciente de la desolación que los inundaba y observó cómo los caminos se fueron convirtiendo en un peligroso. Ella sabía que el pueblo iba poco a poco alejándose de Dios y a su vez, perdiendo el rumbo de una vida correcta. Débora no se quedó solamente observando la situación que la rodeaba. Como profetisa, se comprometió portando la voz del Señor y como jueza, ayudaba al pueblo a resolver sus problemas; sobretodo, se mostraba disponible y dispuesta al sentarse en un lugar estratégico, donde todos pudieran encontrarla para ir en su ayuda. Vio la necesidad y actuó adoptando a una sociedad huérfana decadente y necesitada de Dios.

Hay mamás valientes que muestran su valor cuando sus hijos se ven en necesidad, pero hay muchas mujeres valientes que han asumido una actitud maternal a favor de aquellos tanto necesitan ayuda aunque no sean hijos suyos; movidas por su corazón de mamá actúan para animar, aconsejar, dirigir, proveer e infundir valor. Así fue Débora y hoy quiero inquietarte para que escuches la invitación de Dios a levantarte como madre del necesitado, sea una persona o la sociedad que te rodea y te dispongas a bendecir. Si tienes años estudiando la Biblia, déjame decirte que tú puedes ser portadora de la voz de Dios, no tienes que ser teóloga, psicóloga, ni alguna otra profesionista, simplemente compartir un versículo de la Palabra de Dios a quien ves en necesidad. Y si en tus manos está ayudar con algo material o físico, puedes dar ese paso más.

Estamos en medio de una sociedad carente de esperanza, de compasión, de tolerancia y empatía, sobre todo, carente de Dios. ¿Quién no lo nota? Más no es suficiente quedarse así. Quizá en medio del grupo social del que formas parte, tal vez haya una persona, como Barac, esperando que alguien se comprometa a portar la voz de Dios y le recuerdes lo que Él le ha dicho. Quizá alguien está necesitando que adoptes la postura de madre y le infundas ánimo, lo exhortes, lo retes, le recuerdes que Dios está de su lado, que Él tiene victoria para su vida, o aquella palabra que el Señor ponga en ti para su dirección. 

Si, se necesitan mamás valientes, que digan como Débora: “Yo lo(a) vi con necesidad, había decaído, hasta que yo ____________ (di tu nombre) me levanté, me levanté como madre. Despierta, despierta ____________ (di tu nombre).” (PAR Jueces 5.7, 12). Y levántate así como Débora, muéstrate dispuesta a aconsejar o a llevar el mensaje de ánimo que Dios ha depositado en ti. Sé una mamá valiente.

Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar.

2 Timoteo 4.2

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