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Abraham, un padre que honró a Dios

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Génesis 12-22

Abraham fue un hombre escogido por Dios para bendecir a la humanidad. Su esposa Sara era estéril, pero el Señor les concedió descendencia para bendición de las familias (Génesis 12.3). Dios pidió a Abraham andar delante de Él y partir de la tierra de sus parientes a un nuevo lugar para hacer de él una gran nación, donde lo bendeciría y engrandecería. Al obedecerle, Dios hizo un pacto con él que incluía a su familia inmediata, sus descendientes y a todas las familias de la tierra.

Dios pidió a Abraham circuncidarse, no solo a él sino a todos los varones de su descendencia. Abraham obedeció de inmediato y tomó a todos los hombres de su casa y los circuncidó, incluyéndose él. Dios vio en Abraham el deseo de honrarle y obedecerlo por lo que expresó: “Yo lo escogí a fin de que él ordene a sus hijos y a sus familias que se mantengan en el camino del Señor haciendo lo que es correcto y justo. Entonces yo  haré por Abraham todo lo que he prometido.” Génesis 18.19 NTV

Llegado el momento, Sara y Abraham tuvieron un hijo a quien circuncidaron según el pacto establecido. Años más tarde este pacto sería puesto a prueba, cuando Dios pidió a Abraham tomar a su hijo, a quien amaba y ofrecerlo a Dios en holocausto. La Biblia dice que Abraham se levantó muy de mañana y preparó todo lo necesario para obedecer a Dios. Acompañado de dos de sus siervos y su hijo emprendió camino al lugar que Dios le indicó para el sacrificio. Después de tres días de camino, Abraham ordenó a sus siervos esperar para ir ellos dos solos a adorar a Dios. Tomó la leña del holocausto e hizo que su hijo Isaac la cargara, mientras él llevaba el fuego y el cuchillo. Isaac preguntó a su padre acerca de la ofrenda que darían a Dios, a lo que el padre respondió: “Dios proveerá de cordero”.

Al llegar al lugar que Dios indicó a Abraham, tomó a su hijo, lo ató, lo puso sobre el altar, encima de la leña, tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo y justo antes de quitarle la vida al pequeño, el ángel de Jehová detuvo su mano diciendo: “Ahora sé que de verdad tienes temor de Dios” y le mostró un carnero para sacrificarlo en lugar de su hijo. Abraham adoró a Dios diciendo “El Señor da lo necesario” y nombró a ese lugar “Jehová-jireh”. Dios confirmó su pacto con Abraham diciendo: “de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar… en tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz.” (Génesis 22.17-18).

¡Cuántas lecciones podemos aprender de la vida de Abraham! Se destaca su fe en Dios y sus promesas, su obediencia y sus acciones para honrarle, pero de las escenas más predicadas e interpretadas de su vida, resalta el momento en el cual llevó a su hijo para ofrecerlo en sacrificio para honrar a Dios.

Aunque hay muchos detalles en este momento que abarca pocos versículos en la Biblia, si leemos cuidadosamente podemos encontrar la voz de Dios hablando a los padres acerca de honrarlo por encima del amor a los hijos. Esta historia me recuerda al profeta Elí, quien fue juzgado por no haber estorbado a sus hijos para cometer pecado. Aunque Isaac, el hijo de Abraham no estaba en una posición pecaminosa, ambos padres tuvieron la oportunidad de escoger entre honrar a Dios o a los hijos.

¿Cuántas veces llegamos a encontrarnos en la disyuntiva entre agradar a Dios sobre conceder a los hijos sus peticiones? Aunque no todos los deseos de los hijos desagradan a Dios, es sumamente común que sus deseos, sus proyectos, sus palabras o sus conductas no los conduzcan en el camino de Dios, porque al igual que nosotros, luchan contra el pecado;  es necesario que los padres digamos NO a los hijos, cuando sus peticiones los desvían de Dios, aunque esto ocasione dolor o enojo. Por eso, quiero recordarte que, así como Abraham fue escogido para mantener a su familia en el camino del Señor haciendo lo que es correcto, tu has sido llamado por ese mismo Dios, Él quiere darte la bendición que prometió a todas las familias de la tierra a través de conducir a tus hijos en su camino haciendo lo que es correcto y justo.

En numerosas ocasiones tu, como papá, vas a ser tentado a complacer a tus hijos y evitarles un dolor pasajero, pasando por alto tu deseo de honrar al Señor. Por eso, es indispensable que lleves la Palabra de Dios al área parental. No hay mejores herramientas para una paternidad efectiva que la oración y la Palabra del Señor.

El amor a los hijos puede desenfocarnos fácilmente y hacernos caer en la tentación de complacerlos pero, ¿qué dice la Palabra acerca de la tentación? “Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir.” 1 Corintios 10.13 NVI

Seguramente Abraham luchó contra sus emociones cuando debía sacrificar a su hijo pero confió plenamente en los planes de Dios. Cuando su hijo preguntó acerca del cordero para la ofrenda, Abraham habló de la provisión de Dios.

Personalmente, mi esposo y yo nos hemos visto tentados a agradar o complacer a nuestras hijas antes que a Dios y luchamos contra esto. Al leer la Biblia el Señor nos recuerda llevar su palabra al terreno de la crianza y comprender, que como padres tenemos esa lucha, agradar a Dios o favorecer a los hijos. Cuando decidimos agradarlo a Él por encima de complacer a nuestras hijas, Él provee lo necesario para que salgamos victoriosos y alcanzar la bendición que prometió a Abraham. Como resultado, Dios bendice a nuestra familia.

Ser un padre que honra a Dios por encima de los hijos dará como resultado una bendición familiar que no podrás recibir de otra  manera.

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