En nuestra cultura no estamos acostumbrados a pedir ayuda para nuestras aflicciones emocionales, lo mismo pasa en la iglesia, los hermanos prefieren intentar muchas otras soluciones antes de pedir ayuda y reconocer que tienen un área de aflicción, una vulnerabilidad. Es común que los hermanos prefieren recurrir al doctor, prefieren tomar un medicamento o prefieren culpar de una opresión espiritual, antes de reconocer que tienen un problema de carácter. A quien le toca transformar un área de carácter es a nosotros mismos. (Ro. 12.2)
Misael Ramírez y Juan Manuel Rodríguez