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Modelo Bíblico del Altar Familiar

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Por David Rivas

(Génesis 8.20-28, Hechos 2.46, 5.42; Colosenses 3.26)

En cuanto Noé sale del arca junto con su familia y los otros seres que la ocuparon, construye un altar; allí, le presentaron a Jehová holocausto; él sabe que Dios, por lo que acaba de hacer: que fue salvarle junto con los suyos de una dramática y funesta muerte, es digno de recibir lo más excelente; ve a su alrededor y hace una distinción entre animales y aves limpios así como de los que no lo eran; así que su proceder fue el de escoger de lo mejor. Podemos además observar que lo ofrecido en sacrificio por Noé, ardió y se quemó totalmente como ofrenda a Dios. Así que lo que generó la inmolación de aquellos animales limpios fue su profundo agradecimiento por haber sido, junto con su familia, protegido y bendecido con aquel salvamento. ¡Qué actitud!, sale del arca y su primera acción va a consistir en levantar un altar para Dios, quien de manera principal va a ocupar el primer lugar en el resto de su vida. La parte inicial del versículo 22: “Y percibió Jehová olor grato.», no debe considerarse en el sentido como si Dios exigiese o necesitara de un sacrificio o que hubiese que tomar esta frase de manera literal; más bien se usa para revelar la aprobación y aceptación del sacrificio por parte de Jehová; en otras palabras: la fragancia del aroma producido por la edificación del altar y lo ofrecido le fue como suave perfume. Tal expresión nos indica que hubo un absoluto reconocimiento ante la disposición de gratitud y adoración auténtica de parte de Noé. La continuación del texto: “—Y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra… ni volveré más a destruir todo ser viviente.” nos presenta la posibilidad de percibir la manera de pensar de Dios, que ahora es totalmente diferente a la que en dos capítulos atrás había resuelto: borrar de la faz de la tierra a todo ser viviente mediante el diluvio. Así que podemos ver que decide en su corazón no maldecir nuevamente la tierra a causa de la humanidad. El contexto sugiere que no lo hará mediante otro diluvio. Al releer el versículo nos damos cuenta que Jehová repite la promesa que alcanza la firmeza de un juramento especial. Continuando con esta afirmación, podemos notar, que intercalada entre la citada doble promesa hecha por Dios, hallamos su examen respecto del ser humano: “Porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud…”. En Génesis 6:5, por el contrario, todo designio será solamente el mal; de continuo el mal; en tanto que aquí, si bien se refiere al puro intento, también se cita que es malo desde su juventud. No obstante estas diferencias, es más que obvio que posterior al diluvio, el ser humano no ha cambiado para nada; Cristo dijo que del corazón salen los malos pensamientos, toda inmoralidad sexual, el robo, la mentira y la calumnia. Hoy el diluvio nos recuerda que el pecado ineludiblemente trae juicio; pero también, que su doble promesa hecha juramento de “no destruir-no maldecir”, nos sirve como señal inalterable de la imperecedera presencia de su gracia. Cabe señalar que la expresión “Mientras la tierra permanezca, no cesarán…” que forma parte del cierre del capítulo 8, nos permite entender que nuestro planeta finalmente tiene un límite, así como tuvo sus inicios tendrá su desenlace; entretanto, la tolerancia, paciencia y amor de nuestro Dios, se hacen presentes a través de su gracia; la evidencia de su juramentada promesa, es que continúan la siembra y la cosecha, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche; no obstante la inclinación de la humanidad hacia el mal. Sin embargo, nuestra existencia está asegurada por su divina decisión.

Para finalizar se podría señalar que Noé, dadas las circunstancias de los hechos, ofreció de lo que le era necesario en esos momentos para su subsistencia: los animales limpios. Estoy seguro que en más de una vez hemos acudido ante el Señor con algo que nos atribula y su respuesta de amparo se hace presente y lo que nos agobiaba desaparece; con todo, como que caemos en sueño olvidando su arropador auxilio. Familias: Noé nos provoca y reta a buscar una relación de dependencia filial y permanente con nuestro Padre celestial. Hoy, Cristo es nuestra Arca, no corramos el riesgo de padecer las mismas consecuencias catastróficas. No solo en la adversidad debemos ser fieles a nuestro Dios, sino también cuando todo vaya sobre rieles. En medio del diluvio, Dios observa a su obediente hijo Noé y familia, y los salva. Noé, en cuanto sale de la nave se acuerda de Dios y ofrece de lo más excelente. El patriarca no se mostró desinteresado o inactivo ante la necesidad del momento, sino que construyó el arca, almacenó alimento, hizo entrar a los animales, mandó las aves, construyó el altar. Pero más importante de todo esto fue que «hizo todo lo que Dios le mandó”.

Al recordar el hacer de la iglesia primitiva, destaca que no solo en el templo sino en casa por casa, su propósito fue el de enseñar y predicar que Jesús es el Mesías. De Juan el Bautista, Cristo dijo que él era antorcha que ardía y alumbraba (Juan 5:35); de Noé, como ya se dijo, una vez que sale del arca junto con su familia, sin duda regocijado ante tan grande salvación, ofrece sacrificio quemándose todo; Pablo, entre sus enseñanzas, recomendó que la Palabra de Cristo, con  toda su abundante riqueza llene nuestras vidas, que nos enseñemos y aconsejemos unos a otros con toda la sabiduría y que las alabanzas fluyan con un corazón agradecido. Con las anteriores y brevísimas apreciaciones, podemos señalar que los elementos del altar familiar son usted, su esposa e hijos; que en su hogar habrá de estar Dios, no como un invitado, sino como quien allí habita permanentemente, yendo además al frente en la edificación de su casa, de lo contario todo será en vano; que su altar familiar arda y alumbre, el halago lo podrá recibir de Cristo como lo hizo con Juan; a semejanza de Noé, tengamos un permanente y profundo agradecimiento por la Salvación tan grande que hemos recibido hoy en Cristo Jesús; es mi oración para que así sea su altar familiar.

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