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El sueño de los hijos

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Por: Melly Zapata

Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.

Filipenses 2.3-4

Como padres pidámosle a Dios que nos prepare la mente y el corazón, que nos ilumine con su Espíritu Santo en cada etapa de nuestros hijos. Seamos conscientes de que los hijos no nos pertenecen, que solo somos instrumentos en las manos de Dios, Él ha puesto toda su confianza depositada en nuestras manos. Esa grande bendición y a su vez, gran responsabilidad: son los hijos; debemos amarlos, instruirlos y encaminarlos hacia su propósito. Jesús dijo, que Él confía mucho en los padres cuando velan por sus hijos, cuando instruyen, cuando están cumpliendo con esta misión de ser padres. “Instruye al niño en su camino, y aún cuando fuere viejo no se apartará de él.” Proverbios 22:6

Dios sabe que como buenos padres sabremos dar lo mejor a nuestros hijos. Los errores que a veces se cometen en este rol, en ocasiones son por exceso de amor. Quisiéramos que a nuestros hijos no les falte nada, no les pase nada, que tengan todo lo que alguna vez nosotros no tuvimos, pero así mismo nuestro padre Celestial que nos ama tanto y Dios su vida por nosotros, sabe cuáles cosas nos puede dar y cuáles cosas no nos conviene que nos dé; él nos conoce a cada uno, sabe que todo (lo que nos da y no que no) es por nuestro bien. Así nosotros como padres, debemos tener el control de ese amor hacia nuestros hijos, pues podríamos encaminarlos hacia una vida infeliz.

Debemos aprender que hay cosas mucho más valiosas que podemos obsequiar a nuestros hijos, como: los principios y valores, que conozcan el amor de Dios, que aprendan el respeto y la obediencia. La Biblia dice: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa;para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor. Efesios 6.1-4.” Al enseñarles esta verdad estaremos cuidando la mente y corazón de nuestros hijos.

Además, la Biblia enseña: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.” Proverbios 4.23 Esto será el resultado que lograremos, cuando procuremos cuidar el corazón de nuestros hijos evitando emociones dañinas y contrarias al propósito de Dios. Dios es bueno, fíel y verdadero con sus verdaderos hijos, Él es real y cumple sus promesas; es perfecto en todo lo que hace.

Cuando dejamos a Dios que cumpla sus propósitos en nuestros hijos, nos permite mirar lo que todo padre queremos ver: Mirar a nuestros hijos como esposos y esposas prósperos, bendecidos y exitosos en todo lo que emprenden en sus matrimonios.

Cuando estamos haciendo las cosas basadas en su Palabra, todo lo que hasta ahorita se ha mencionado, lo podremos ver realizado en los hijos. Dios nos permitirá ver las obras tan maravillosas que solo Él puede hacer. No nos queda más que enseñar a nuestros hijos por medio de nuestro ejemplo, que miren que sí somos verdaderos hijos de Dios, que miren la fidelidad y lealtad que tenemos a Dios. Solo de esta manera nuestros hijos aprenderán a amar a Dios y depositar toda su confianza en el Todopoderoso.

Que nuestros hijos sepan que los caminos de Dios son mejores que sus caminos. Que los planes y sueños de Dios son mejores que los de ellos. Como padres siempre vamos a querer lo mejor para los hijos y más cuando idealizamos sus vidas de casados. Deseamos la mejor esposa(o) para ellos, verlos casados con las mejores personas en toda la extensión de la palabra.

Pero resulta ser que ya no es nuestro sueño el que se realizará; es el sueño de ellos. Recuerda que Dios ya tiene preparadas a las personas perfectas e ideales para ellos. Ya le tiene a mi hija al hombre perfecto para ella y a mi hijo a la mujer idónea para él. A mi, como madre me toca esperar ese sublime momento.

Para esto, yo como mamá debo orar mi nuera, por mi yerno y por nosotros los padres, para hallar gracia en ellos como suegros llenos de amor y sabiduría, disfrutando mirar la felicidad de nuestros hijos, mirando cómo Dios realiza sus sueños en ellos.

Con estas actitudes, hago a un lado todo egoísmo, orgullo, prepotencia, y vanagloria; debo dejarme guiar por el ESPÍRITU SANTO hacia toda verdad y toda justicia, debemos llenarnos de los efectos del fruto del ESPÍRITU SANTO sobre nosotros: AMOR, GOZO, PAZ, PACIENCIA, BENIGNIDAD, BONDAD, FÉ, MANSEDUMBRE, TEMPLANZA (Gálatas. 5: 22-23)

Los padres tenemos que saber ejercer la autoridad que Dios ha depositado en nosotros. Pero autoridad no quiere decir manipulación, abuso, chantaje, etc. Autoridad es: Poder que gobierna o ejerce el mando, de hecho o de derecho (RAE). En los hijos de Dios, Él se encarga de depositar la gracia y sabiduría para que sepamos ejercer esas facultades. Él quiere que todo lo que hagamos sea con amor, paciencia y sabiduría. Si nosotros mismos como hijos de Dios no sabemos someternos a su voluntad, es por falta de humildad en nuestras vidas. Permitamos que nuestros hijos elijan lo que corresponde a ellos.

Nosotros, los padres, como hijos de Dios, hemos colgado nuestra carne en el madero, todos sus efectos y concupiscencia. Recuerden papás, no hagamos nada por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a nosotros mismos; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros (Filipenses 2.3-4).

Recuerda Papá y Mamá: CUANDO UN HIJO SE CASA, NO PERDEMOS UN HIJO, GANAMOS UNA HIJA, GANAMOS TAMBIÉN LAS BENDICIONES DE LOS FRUTOS DE ESE AMOR, QUE SERÁ LA DE CONVERTIRSE EN ABUELOS Y DISFRUTAR A LOS NIETOS. ¡AMEN!

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