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¿Qué iglesia presento a mis hijos?

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Por Pastor Oswaldo Soto

Algunas vez te has preguntado: ¿cómo hacer que mis hijos permanezcan en la iglesia, que a mis hijos les guste la iglesia, que de ellos salga amar a Dios sobrepasando las amistades del mundo? Dios nos da mucho material al respecto en su palabra: “Entonces dirás a tu hijo: Nosotros éramos siervos de Faraón en Egipto, y Jehová nos sacó de Egipto con mano poderosa”. Deuteronomio 6:21 (énfasis añadido). En este pasaje vemos cómo Dios le dice al pueblo de Israel “entonces dirás a tu hijo”; esto nos lleva a reflexionar en lo que les decimos a los hijos durante su desarrollo, venimos de una sociedad que surgió del trabajo duro, la ignorancia o la escasez escolar, si me permite decirlo de esta manera; para algunos, en el núcleo del hogar, el trato fue completamente despectivo.

Sin embargo, podríamos hacer un recuento de todos esos momentos y evaluar lo que han producido esos recuerdos el día de hoy. Les pregunto, ¿será justo que sus hijos repitan lo que ustedes hasta vivieron, atados a momentos de cólera de sus padres, cuando quizás ellos les ofendían o les humillaban con sus palabras?, ¿verdad que no? Seguramente lo que desean es que sus hijos sean mejores que ustedes y que sean sumamente bendecidos en todo.

Entonces dirás a tu hijo… lo que deseas que sea, se lo dirás con palabras y una actitud acorde al objetivo, ya que deseas que sea un buen árbol que dé buen fruto. «No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas.El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.” Lucas 6:43-45.

Enfoquémonos en cuidar lo que hablamos. Recordemos que la lengua es un fuego y cuán grande bosque puede incendiar ese pequeño fuego (Santiago 3.5); tomando esto en cuenta, quiero invitarte para que en lugar de sacar fuego por nuestros labios salga verdad, palabra buena, que abone el árbol y lo haga crecer para que en su tiempo dé fruto y ¡buen fruto!

Apliquemos la pregunta del tema: ¿qué Iglesia les presento a mis hijos? Es fácil actuar inconscientemente y no retener en nuestro pensamiento que nosotros somos la iglesia, que cada persona que es bautizada en el nombre de Jesucristo la compone, que el templo NO ES LA IGLESIA. Por ende, tenemos que moldear nuestro pensamiento y nuestra conducta, con la meta de llegar con Cristo y ser como Él; una fuente de inspiración deben ser los hijos, con el propósito de alcanzar el anhelo de cada padre, que sus hijos permanezcan en el camino de Dios. 

El comedor debe ser un centro de convivencia familiar, pero puede convertirse en un espacio de desahogo y en ese desahogo hablar de los cultos, del liturgista, del ujier, de la alabanza, etc. Reflexionemos, es fácil hablar mal cuando el corazón está mal. Ese tiempo pudiera convertirse en el mejor momento para sembrar algo bueno en la familia. 

Cuando nosotros observamos cosas negativas, somos invitados por la escritura a desechar del corazón todo lo que no aprovecha para edificación. 

Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.” Deuteronomio 6:6

Padres es tiempo de repetirles a tus hijos las maravillas que Jesucristo hizo y hace en tu vida; no hay tiempo que perder, el tiempo se va como agua entre los dedos. es tiempo de poner a Jesucristo y su majestad en el centro de tu mesa, es tiempo de proclamar a tus hijos como el te rescató de las tinieblas e hizo resplandecer Su rostro sobre ti. Aprovecha el tiempo.

Predica a tus hijos, predícales del Dios que te rescató de Egipto, que te guardó, que manifestó su poder, como guardó tu vida, como te salvó de la muerte, cuando te sanó; cómo El no dejó que algo malo te pasara para que pudieras hoy disfrutar de buenos hijos, de una buena esposa, de una familia en Cristo que es la iglesia. Predica a tus hijos que vas al templo frecuentemente por agradecimiento, por que no te alcanzan las fuerzas para pagar a Dios todo lo que hizo contigo. Cuéntales tu propia experiencia.

Proclama en la sala de tu casa la grandeza de Dios, levanta un altar, un altar de adoración, un altar donde se escudriñe la palabra de Dios, un altar que busca la presencia del Espíritu Santo, levanta un altar para que tu esposo(a) e hijos sean sellados con el Espíritu Santo. 

Recuerda: “… el que no naciere de agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (Juan 3.5). Celebra en la sala de tu casa un altar de adoración al Señor, edifica un altar donde Dios se manifieste, predícales del Jesus que descendió en el día del pentecostés y que sigue haciendo lo mismo, que no son necesarias las multitudes, que en la sala de tu casa, dos o tres pueden experimentar la gloriosa presencia de Dios.

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