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Mujer prudente

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Por Aleida Morales

Después de aquellos días concibió su mujer Elisabet, y se recluyó en casa por cinco meses, diciendo: Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres.

Lucas 1.24-25

Recordando el episodio anterior, mencionamos que Elisabet fue una mujer del siglo I, judía, estéril, de edad avanzada, casada con el sacerdote Zacarías. Ambos eran íntegros e irreprensibles. La Biblia narra el milagro de concepción que Dios regaló a la senil pareja. Ante la imposibilidad biológica de concebir, el Señor obró en ambos para concederles un hijo. Este hijo sería alguien muy especial, siglos antes de nacer su nacimiento fue profetizado al pueblo de Israel y llegaría a ser de gozo, alegría para multitudes, sería grande delante de Dios y lleno del Espíritu Santo antes de nacer (Lucas 1.11-17).

Recordamos también que el pueblo judío creía “… que una mujer no pudiera tener hijos, ello era en tal caso considerado como una maldición de Dios,… Elisabet se daba cuenta de las miradas de reproche que recibía de la gente, por cuanto creían que algo habría hecho para desagradar a Dios.” (Nuevo Manual de usos y costumbres de los tiempos bíblicos. Ralph Gower).

La parte que hoy analizaremos es lo ocurrido en Lucas 1.24-25. Dios cumplió la promesa que dio a Zacarías y Elisabet quedando embarazada. Elisabet, decidió recluirse en su casa durante los primeros cinco meses de su embarazo. Los cuidados comunes que una mujer embarazada de la época de Elisabet según su pueblo eran evitar baños calientes por temor a provocar un aborto; se reservaban de consumir verduras, comida salada, grasas, etc. para cuidar de cualquier organismo que afectara la vida y desarrollo del feto (Nuevo Manual de usos y costumbres de los tiempos bíblicos. Ralph Gower).

A una mujer que ha soñado toda su vida con cuidar de su propio bebé no le parece gran sacrificio o cosa difícil cuidar su alimentación o ciertas prácticas placenteras por preservar la vida de su hijo. Pero además de los cuidados comunes de las mujeres judías, Elisabet tomó una decisión insólita, decidió recluirse en su propia casa. Aún cuando en su corazón ardían las miradas de desprecio por su esterilidad, la vergüenza que invadía sus sentimientos cuando quizá alguna joven proclamaba la noticia de su embarazo, o el nacimiento del bebé de una vecina, las pláticas de las amigas sobre la crianza de sus hijos, etc. Aún así, actuó con reserva y sensatez, Elisabet mostró prudencia frente a la gran emoción que estaba experimentando. 

La Biblia no es explica la razón por la que la anciana decidió quedarse en casa pero podemos aprender sobre su prudencia.

¿Qué significa ser una mujer prudente?

Aunque Lucas, el narrador de nuestra historia no usó la palabra prudente, podemos encontrar prudencia en las acciones de Elisabet.

En Proverbios 19.14 encontramos: “La casa y las riquezas son herencia de los padres; mas de Jehová la mujer prudente.”. Salomón usa el vocablo hebreo sakál que se traduce como prudente, hacer o actuar circunspecto.

En el Nuevo Testamento, Pablo indicó a Tito que las mujeres mayores enseñaran a las jóvenes a ser prudentes, entre otras virtudes y deberes. “que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.” Tito 2.5. El vocablo griego sófron que usó Pablo se traduce como sano de mente, que se domina así mismo, moderado en cuanto a opinión y pasión, prudente.

Entonces, ser una mujer prudente solo puede surgir de parte de Dios y se distingue por actuar con buen juicio ante las circunstancias comportándose moderadamente. 

¿Cómo se desenvuelve una mujer prudente?

Salomón menciona más de veinte rasgos o actitudes que una persona debe desarrollar para llegar a ser prudente o que la distingue por su prudencia. Mencionaremos solo lo referentes a nuestro tema:

  • Debe disponer su corazón a la prudencia, confiar en esta y guardar los preceptos divinos .
  • La persona prudente no menosprecia el consejo sabio, procede con sabiduría, sabe a dónde va sin engañarse a sí misma, sabe cómo conducirse, controla sus impulsos.
  • Se halla prudencia en sus labios y los refrena, calla cuando es debido, no hace caso de la injuria, se sabe expresar, controlando su boca.

¿Cómo llegamos a ser prudentes?

Cuando Jesús comenzó su ministerio público, se sentó a enseñar los lineamentos para vivir una vida que honra a Dios y al prójimo. El comportamiento de una hija de Dios debe servir como guía para aquellos que no lo conocen; esto abarca todas las áreas de una persona:

Área emocional (Mateo 5.21-16, 6,25-34).

Área social (Mateo 5.13, 14-16, 27-32, 38-48, 7.1-6, 12).

Área espiritual (5.17-20, 33-37, 6.1-24, 7.7-11, 13-21).

Jesús finalizó diciendo: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.” (Mateo 7.29). Llegar a ser prudentes se logra escuchando la Palabra de Dios y haciéndola; ésto se debe ver reflejado en su forma de conducirse y el trato a los demás.

CONCLUSIÓN

Aunque los detalles del carácter y perfil de Elisabet no están explícitos en el pasaje bíblico, podemos aprender de lo que a Dios le pareció importante y ha plasmado en su Palabra para todos los tiempos.

Al permanecer en casa por cinco meses, Elisabet se comportó moderadamente mostrándonos lo que había en su corazón. A pesar de sentir dolor, vergüenza, desprecio no se apresuró a actuar. pues también hubo en ella agradecimiento y lo reflejó en sus acciones. Se alegró, posiblemente como nunca antes en su vida. “¡Qué bueno es el Señor conmigo!” exclamó. “El Señor me ha mostrado su bondad haciendo que yo vaya a tener un hijo”. Sus palabras denotan abundante gratitud a Dios. 

Elisabet expresó: “El Señor me ha hecho esto ahora, para que la gente ya no me desprecie. Me ha quitado la vergüenza de no tener hijos. La gente ya no me despreciará.” (Versiones varias). No podemos negar sus emociones. Cualquiera correría a desmentir el juicio injustamente asignado. Sin embargo, puso su gratitud por encima de su dolor, su resolución evidencia que fue mujer prudente: actuó con cautela, tenía un corazón sano y tuvo cuidado del bebé que aún no nacía.

¿Qué haces tu cuando te ocurren acontecimientos tan importantes? ¿Te detienes a meditar la situación? o ¿actúas conforme a tus emociones? ¿Pones en su lugar a quienes te juzgan? o ¿decides enfocarte en el favor de Dios? ¿Disfrutas reservadamente en la intimidad de tu familia? o ¿te desesperas por mostrar a todos lo que haces?

Es bueno compartir tus alegrías, pero medita un poco en la razón por la que las haces públicas. Recuerda, lo que hay en tu corazón determina tus acciones. Una mujer prudente, es una mujer que domina sus emociones y tiene un corazón sano para bendecir a quienes la rodean. Se una mujer prudente, se una mujer que bendice.

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